V.3. Iconografía Andrógina
Hemos descripto el concepto andrógino a lo largo de la investigación en pos de relacionar sus características con los nuevos hábitos de consumo. Para finalizar con el desarrollo avanzaremos sobre el valor simbólico del hermafroditismo en el medio cultural en el que se gesta y los elementos que lo unen a la vida eterna.
"Para llegar al ser no hay fórmulas, no hay recetas ni soluciones prefabricadas. Por eso es que, en último término, todos los planteos políticos son relativos, limitados; no pueden ser otra cosa que tales. Son visiones parciales de lo humano. El planteo integral, en cambio, podrá involucrar también lo político, pero pasa indudablemente por otro eje. Por eso hay quienes ponemos antes que todo eso, aquello que está ligado con la última tentación del hombre: se trata de darle voz, de darle expresión a la totalidad."
La plenitud es el objetivo universal
del hombre. La búsqueda del estado total que las religiones
han plasmado iconográficamente en el concepto de Dios.
Y Dios es andrógino. Representa el estado pleno, no necesita
complementos para existir, carece de sexualidad, se encuentra
por encima de los demás, y lo más importante: es
inmortal. Dios (y cuando hablo de Dios, lo hago globalmente, incluyo
a todos los dioses de las mitologías vistas). Rompe con
el sistema dual de opuestos que lo domina todo en la existencia
humana: bueno-malo, cultura-naturaleza, hombre-mujer, etc. La
lista es infinita. Pero desde la simbología, Dios se escapa
de la dualidad y se ubica dentro de la totalidad.
El andrógino alquímico (115)
nunca logrado, por ejemplo, representaba la fusión de los
opuestos para el renacimiento de una unidad divina y autónoma.
"La imagen del andrógino significa siempre la recobrada unidad primigenia, la originaria totalidad del reino maternal y paternal en divina plenitud, que disuelve todas las tensiones."
Mitos andróginos pueden
ser encontrados en todas las culturas y lugares del mundo: México,
Australia, India, China, Irán, Israel, etc. Porque la búsqueda
del hombre de su propia esencia lo lleva a la búsqueda
de la esencia del todo, la chispa que convirtió al vacío
en la plenitud en la que estamos inmersos. Vivimos dualmente,
pero creemos fehacientemente que el origen de todo es la unidad,
el número 1.
La dualización integrada de la androginia une los extremos,
fusiona fuerzas opuestas, y por ende, las neutraliza. El estado
andrógino promete dentro de un estado superior, un equilibrio
y una paz totalizadoras donde el tiempo finalmente pierde la batalla,
la muerte se fusiona con la vida, y el ser se corona por sobre
lo demás, como principio y fin de todo.
Y de nada también.
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